Mientras cruzaba las puertas del jardín de fresas, una ola de dulce aroma envolvió mis sentidos. Me encontré perdido en un mar de rojo vibrante, rodeado por una gran cantidad de fresas maduras que parecían extenderse sin fin. La vista era fascinante, con cada baya rechoncha brillando bajo la cálida luz del sol.
No pude resistir la tentación y extendí la mano para arrancar uno, saboreando su suculenta jugosidad mientras su sabor estallaba en mi lengua. Con cada paso, me adentré más en este gigantesco jardín, disfrutando del simple placer de recoger y probar estas deliciosas frutas. El tiempo pareció detenerse mientras me sumergía en este paraíso natural, donde lo único que importaba era la alegría de experimentar la abundante cosecha de la naturaleza.